La herida materna

La relación con nuestra madre tiene un impacto profundo en nuestra vida desde el momento en que nacemos, e incluso antes.

De hecho, el contacto con nuestra madre es el más íntimo que tenemos de inicio ya que venimos de ser alimentados a través de ella en el útero y de ser “porteados” también durante nueve meses en su vientre. Estamos familiarizados con el latido de su corazón, sus ritmos, sus emociones, su voz… Y cuando nacemos, de las primeras cosas que hacemos es buscar su pecho para engancharnos y proveernos de la nutrición y seguridad que necesitamos.

Este vínculo primario con nuestra madre influye mucho en cómo de adultos nos relacionamos con nosotros mismos, con los demás y con el mundo que nos rodea.

Y desafortunadamente, para muchas personas, esta relación con la figura materna puede ser fuente de dolor emocional, generando lo que se conoce como la herida materna.

¿Qué es la herida materna?

La herida materna es un concepto que hace referencia a las heridas emocionales que tienen su origen en la relación con nuestra madre o con la persona que ocupó ese rol de primer cuidador principal.

Estas heridas emocionales pueden originarse por diferentes motivos, como falta de atención o negligencia, distancia emocional, exigencias desmedidas, patrones de abuso, o ausencia física de la madre.

A veces estas heridas las han originado mujeres “normales” que simplemente no supieron o pudieron dar a sus hijos lo que necesitaban porque ellas mismas no lo recibieron cuando fueron niñas y no tenían referentes. Además, hace unas décadas la crianza era mucho más adultocentrista y desatender las necesidades de la infancia era más la norma que la expección.

No se trata de buscar culpables, ni tampoco de invalidar nuestro dolor por justificar a quien lo causó. Se trata de reconocer que nuestras madres son seres humanos que cargan con sus propias heridas y que esto condujo a limitaciones, y reconocer también el profundo impacto que nos dejó no tener la madre que necesitábamos.

La herida materna es el dolor profundo que sufren las mujeres que sienten una gran distancia entre la madre que tienen y la madre que les gustaría tener o hubieran necesitado tener.

 

La herida de la madre: un tema tabú

Es normal que no podamos reconocer el impacto de la herida materna porque este es un tema tabú. La madre es una figura casi sagrada e intocable a la que debemos honrar y agradecer la vida.

Muchas veces, además, tenemos borrados momentos de nuestra infancia y mantenemos solo accesibles los recuerdos que concuerdan con la versión del discurso materno, en términos de Laura Gutman. Es decir, que vivimos engañados creyendo que recibimos lo que necesitábamos pero muchas veces nuestro cuerpo y nuestro estilo de apego actual, señalan lo contrario.

Por eso, y porque la relación con la madre es la relación más primitiva y que más nos afecta, tiene todo el sentido explorarla con curiosidad para ver si es preciso sanarla.

Porque, independientemente de la mala o buena intención de mamá, si ha habido carencias, abusos, rechazos o cualquier otra herida que nos ha dejado una impronta, necesitamos revisarlo y permitirnos sanarlo.

La herida de la madre es la falta de maternaje, ya sea intencional o no intencional. 

Y esta herida puede verse reflejada de diferentes formas cuando nos convertimos en adultas

 

Consecuencias de la herida materna

La herida materna muchas veces nos transforma en “niñas buenas” que buscan a través de la obediencia y la complacencia obtener de su madre el amor y cuidado que necesitan.

Algunos de las consecuencias más comunes son:

  1. Baja autoestima: Creencias y sentimientos persistentes de no ser lo suficientemente buena o de ser inadecuado.
  2. Perfeccionismo: La necesidad de ser la niña buena perfecta para ganar aprobación, atención o amor.
  3. Dificultad para establecer límites: Poca capacidad para priorizar tus necesidades por miedo a decepcionar a los demás o de decir “no”.
  4. Relaciones insanas: patrones de dependencia emocional o falta de confianza o conflictos en las relaciones.
  5. Desconexión emocional: Dificultad para identificar y expresar tus propias necesidades y emociones.
  6. Mucha dificultad para el autocuidado: Cuesta comprometerse con rutinas saludables y es posible utilizar el alimento como nutrición emoción
  7. Parentificación: cuando el niño se convierte en el «apoyo emocional» para su madre, asume responsabilidades emocionales que son inapropiadas para su edad. Esto les convierte muchas veces en adultos volcados hacia los demás. Y, además, esta relación “desordenada” con su madre (porque es la madre la que debería cuidar y no al revés), se mantiene y acentúa en la adultez de modo que la mujer adulta puede seguir enfocada en atender a su madre en vez de a su propia familia creada.

 

Orígenes de la herida materna

Cada herida materna es única y puede haberse fraguado de maneras muy diferentes. En cualquier caso, algunas de las causas más frecuentes son:

  • Madres emocionalmente ausentes: La madre puede ser un témpano de hielo o simplemente mostrarse a veces tierna pero la mayor parte del tiempo desconectada, estresada o ausente. 
  • Expectativas no cumplidas: Es la madre que proyecta sus sueños, miedos o frustraciones en sus hijos, esperando que cumplan roles que no les corresponden y muchas veces criticando.
  • Patrones de abuso: Es la madre autoritaria que a lo mejor es sumisa en el resto de relaciones y ejerce su poder dominando a sus hijos de una forma más directa o pasivo-agresiva victimizándose.
  • Negligencia: La madre que no atiende, que olvida cosas importantes de sus hijos, que no toma el tiempo de preguntar o leer cuentos o jugar…
  • Dinámicas familiares tóxicas: problemas entre los padres, favoritismos hacia algún hermano, mala relación con tíos, abuelos…
  • Madre narcisista: En esta entrada puedes leer más al respecto

 

¿Cómo empezar a sanar la herida de la madre?

Sanar la herida materna es un proceso profundo que requiere tiempo, paciencia y compromiso. A continuación, te comparto algunos pasos para iniciar este camino:

  1. Reconocimiento y aceptación

El primer paso es reconocer que la herida existe y aceptar las emociones asociadas, como el dolor, la tristeza o la rabia, que muchas veces tenemos silenciada, sobre todo las mujeres. Esto no significa culpar, sino validar nuestra experiencia.

Como comentaba. Al tratarse de un tema tabú, hemos tenido que reprimir nuestra verdad dolorosa y todas las emociones asociadas a ella.

  1. Exploración de la historia familiar

Comprender el contexto en el que se desarrolló nuestra relación con nuestra madre puede ayudarnos a ver con mayor claridad. Puedes investigar la historia de tu madre, la herida de la madre casi siempre es transgeneracional.

Esto no justifica sus comportamientos, pero nos ayuda a comprender y poder afrontar la sanación con más claridad y compasión.

  1. Practicar el autocuidado

He señalado antes que esta es una de las principales dificultades que podemos encontrarnos. Y, al mismo tiempo, es de lo más sanador que podemos empezar a entregarnos: momentos de autocuidado. Cultiva hábitos que te ayuden a sentirte bien: Quizás te guste hacer estiramientos, la meditación, escribir en un diario, alguna manualidad, cocinar rico y sano, la respiración consciente…

  1. Establecimiento de límites

Aprender a establecer límites saludables con nuestra madre, si la relación es conflictiva, es fundamental. Es muy difícil poder sanar si seguimos recibiendo críticas, abuso, desatención… Muchas veces es preciso poner cierta distancia para poder observar con perspectiva y desde nuestro punto de vista, cómo nos sentimos en la relación.

Como el tema de poner límites es algo que puede costar, aquí tienes una entrada en la que te explico por qué es importante hacerlo y cómo puedes empezar:

Saber poner límites

Un viaje de sanación de la herida materna

Si eres madre o padre, trabajar en tu sanación puede ayudarte a criar a tus hijos desde un lugar más consciente y amoroso, evitando transmitirles las mismas heridas.

Somos unas de las primeras generaciones privilegiadas que podemos dedicar nuestra energía a revisar y sanar nuestras heridas para romper el ciclo transgeneracional de dolor y desatención. ¿Aprovechémoslo!

Sanar la herida materna es un viaje único para cada persona. Es un proceso que puede ser desafiante, pero también profundamente transformador. Al enfrentar estas heridas, no solo nos liberamos del dolor del pasado, sino que también abrimos espacio para una vida más plena, conectada y consciente, más integrada a tu esencia original.

Si necesitas hacer este viaje acompañada, aquí podemos acompañarte.

Te comparto dos entradas que pueden interesarte:

Secuelas de una madre narcisista

Qué es y cómo sanar la herida paterna

beatriz
Últimas entradas de beatriz (ver todo)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *